domingo, 30 de septiembre de 2012

CRIMINOLOGÍA Y PSIQUIATRÍA



CRIMINOLOGÍA Y PSIQUIATRÍA

DR SANCHEZ
La criminología tradicionalmente se ha dedicado al estudio del delito, sus causas y represión y por consiguiente al problema de la delincuencia, del delincuente y de su tratamiento. Según León Radzinowicz (JSCh 65) la criminolog­ía, en su sentido más limitado, estudia el fenómeno de la delincuencia, los factores o circunstancias -personales o ambientales- que han podido tener relación o influir en el comportamiento criminal y sobre todo en el estado general de la delincuencia; su entidad individual se apoya en el objeto especial para el cual fue concebida, a saber, el estudio de la delincuencia, sus causas, su prevención y su tratamiento; La criminología dirige sus investigaciones hacia la etiología del delito y sus formas de aparición como fenóme­no social y natural.

Emile Durkheim (1956 citado por Pinatel J. 1984) dice que la criminología es una ciencia especial cuyo objeto es el delito, que es todo acto castigado, porque una vez realizado determina por parte de la sociedad esa reacción particular que se llama pena.

La creación de la palabra criminología se le atribuye al antropólogo francés Pablo Topinard (1830-1911) (Gómez Grillo E. 1965).

El término criminología apareció por primera vez a fines del siglo XIX. Al comienzo se entendía por criminología los problemas de la investigación de la causa de la delincuenc­ia. Más tarde se empezó a agrupar bajo el término criminología a casi todas las ciencias que se ocupaban de los crímenes, de la delincuencia. El estudio de los problemas propiamente criminológicos empezó por inves­tigaciones en diversos dominios de la ciencia, sobre todo en la medicina, la estadística moral (judicial), la socio­logía y la psicología. Con su óptica teórica y sus propios métodos, estas disciplinas realizaban indagaciones sobre la criminalidad. La criminología no puede ser valorada separada del saber científico en ininterrumpido crecimiento, sobre todo, del saber atesorado por la sociología y el derecho. Al cotejar la criminología con otras ciencias como el derecho penal, la criminalística, la sociología, la medicina forense y la psiquiatría, podemos advertir que ellas también investigan la delincuencia y sus causas, la personalidad del reo, las categorías y tipos de delitos y su prevención, esta confrontación sugiere que la criminología es una ciencia muy joven. En el decenio de los setenta del siglo XX se señalaba en las publicaciones que la criminología como ciencia estudia tres tipos de fenómenos: delincuencia, sus causas y vías de prevención; en el decenio de los ochenta, los científicos enfocaban ya de manera distinta el objeto de la criminología, diciendo que estudia la delin­cuencia, sus causas y su prevención, la personalidad del delincuente y las medidas profilácticas del delito. Se opina también que los pronósticos de la delincuencia también forman parte del objeto de la criminología. El objeto de la criminología es un sector específico de las relaciones sociales que están vinculadas con la delincuencia y su prevención, las causas y condiciones de la delincuencia, la conducta criminal y sus medidas profilácticas constituyen precisamente el núcleo del objeto de la criminología y determinan sus peculiari­dades. Suelen incluirse además aquellas relaciones sociales vinculadas a la denominada conducta precriminal (antisocial). Las investigaciones que se proponen es­tudiar la delincuencia e integran también objeto de la criminología, comprenden: delincuencia como fenómeno; crimen concreto, es decir, crimen como forma individual de delin­cuencia; causas y condiciones de la delincuencia y de los delitos concretos; personalidad del reo; prevención de la delincuencia como fenómeno y medidas profilácticas de distintos crímenes, es necesario mencionar también la victimología y la suicidología (Ayasenov G. 1985).

La criminología se fundó gracias a los trabajos de tres italianos: Cesare Lombroso (1835-1909), médico militar creador de la Antropología Criminal, y cuya obra “El Hombre Criminal” es fundamental; Enrico Ferri (1856-1929), profesor de Derecho y Sociología, autor de la “Sociología Criminal”; Raffaele Garofalo (1851-1934) magistrado cuya “Criminología”, publicada en 1885 es célebre. La criminología se desarrolló hasta 1914, bajo el nombre de “Antropología Criminal” (Pinatel J. 1984).

Jiménez de Asúa L. (1945 citado por Gómez Grillo E. 1965) clasifica a la Criminología como una de las Ciencias Pena­les. En su clasificación de estas Ciencias Penales existe un ítem donde aparecen las Ciencias Auxiliares, entre las que se encuentra comprendida la Psiquiatría Forense. En otra clasi­ficación de las Ciencias Penales el mismo Jiménez de Asúa L (1956 citado por Gómez Grillo E. 1965) designa a la Criminología como Ciencia causal explicativa, donde se encuentran la Antropología y Biología Criminales, la Psico­logía Criminal, están incluidos el Psicoanálisis Crimi­nal, la Sociología Criminal y la Penología.

La Criminología General tiene como objeto esencial, coordinar, comparar, confrontar los resultados obtenidos por diversas ciencias criminológicas, o criminologías especializadas, y presentarlos en una exposición sistemáti­ca. Son sus fuentes: las estadísticas criminales, las estadísticas relativas a los criminales, las biografías, los estudios de seguimiento, los esquemas de pronóstico, y las tablas de predicción (Pinatel 1984).

La Criminología Clínica tiene como objeto, por analogía con la clínica médica, el formular una opinión sobre un delincuente, opinión que comporta un diagnóstico, un pronóstico y, eventualmente un tratamiento. De ello sigue que la Criminología Clínica se va a organizar metodológica­mente, a la manera de la clínica médica. En la Práctica lo que permite a la Criminología Clínica realizarse es la integración de exámenes médicos, psicológicos y sociales en el marco de la Penología. La Criminología clínica se esfuerza en despejar los datos susceptibles de permitir un diagnóstico criminológico, un pronóstico social y un progra­ma de tratamiento. En ese caso se abre la puerta al establecimiento del tratamiento (Pinatel J. 1984). 
La Criminología Clínica requiere la participación del médico especialista en psiquiatría para poder alcanzar un diagnóstico bien fundamentado.

La Criminología Clínica consiste esencialmente en el enfoque multidis­ciplinario del caso individual con ayuda de los principios y métodos de las ciencias criminológicas o criminologías especializadas. El objetivo de este enfoque multidisciplina­rio es apreciar al delincuente estudiado, formular una hipótesis sobre su conducta ulterior y elaborar el programa de las medidas capaces de alejarlo de una eventual reincidencia. La Criminología clínica se presenta así como una ciencia aplicada (Pinatel J. 1984). Nos llama la atención y nos produce estado de alerta, la concepción existente de las penas como castigos, no como medidas de rehabilitación, corrección, reinserción, tratamiento, como pensamos que debe ser.



En América latina el líder de la Criminología clínica fue el argentino José Ingenieros, quien fue el primer director del Instituto de Criminología de Argentina, creado el 6 de Junio de 1907. El pionero de la Criminología clínica en Europa occidental fue el belga Vervaeck, quien afirmó en Londres, en 1925, en el Congreso Penitenciario Internacional, que no puede pensarse en fijar un tratamiento racional y eficaz de la delincuencia sin un previo estudio científico, metódico y profundizado de cada caso. A solicitud de Vervaeck este Congreso formuló un voto deseando que todos los detenidos, procesados y condenados, sean sometidos a un examen tanto físico como mental. De ello derivó la creación de anexos psiquiátricos en las prisiones (Pinatel J. 1984).

El psiquiatra Abrahamsen D. (1946 citado por Gómez Grillo E. 1965) considera que la etiología del crimen tiene múltiples facetas y está principalmente relacionada con el hombre, con el ambiente o con ambos factores simultá­neamente, clasifica la Criminología así: 1) Criminología Psiquiátrica, que se ocupa de la personalidad del criminal, de los acontecimientos que precipitaron el crimen, de las experiencias del criminal, de los rasgos hereditarios y de las causas del crimen en la medida en que sean de naturaleza psíquica. 2) Criminología Biológica (o antropológica), que se ocupa del criminal en relación con su constitución física. 3) Criminología Sociológica, que investiga todos los aspectos del medio ambiente como causa del crimen.

La psiquiatría es la rama de la medicina que estudia las enfermedades mentales y sus manifestaciones sintomáticas, además las clasifica, las interrelaciona, propone etiologías y desarrolla métodos preventivos y terapéuticos que incluyen psicoterapia y terapias biológicas. La psiquiatría contemporánea tiende a concebir al hombre como una totalidad, donde la división entre lo biológico, lo psicológico y lo social, son sólo diversos aspectos que no pueden en forma aislada dar una explicación total del fenómeno humano. Incluso la conjunción de todos estos enfoques sólo dan una explicación aproximada e incompleta del hombre.

Quien comete delito es humano y quien sufre una enfer­medad mental también es humano, con mucha frecuencia la persona que comete delito es un enfermo mental, por lo que resulta frecuente que al estudiar el delito sus causas y represión, también estamos estudiando la enfermedad mental, su etiología y su tratamiento.

Debemos tener en consideración, que la psicopatía, la debilidad mental, y otras manifestaciones de alteración psíquica, pueden coadyuvar en ocasiones a la perpetración del acto criminal, facilitan su ejecución, reducen las posibilidades de elegir alternativas a la acción, incorporan a veces una original "motivación" de los actos, disminuyen las posibilidades de autocontrol. Sin tener en consideración los elementos biológico-psíquicos, no se puede explicar con suficiente plenitud la "peculiaridad psicológica" que calificamos de delito, ni realizar un enfoque individual bien orientado y concreto de la labor profiláctica de la conducta antisocial. Por eso los problemas biológicos en estudio tienen un profundo sentido social (Ayasenov G. 1985).

La psiquiatría se nutre de información proveniente de: la medicina, la biología, la psicología, la sociología, la antropología y la zoología; La criminología ha incursionado en los terrenos de la sociología, la antropología, la psicología y la biología. La psiquiatría y la criminología comparten el que se centran sobre la conducta humana la que no puede considerarse como un simple fenómeno natural.

Sebastián Soler habla del cuadro de las disciplinas criminológicas donde se ordenan: Antropología, Psicología, Sociología y Psiquiatría, criminales (judicial). (JSCh 61). Jiménez de Asúa incluye a la psiquiatría forense como una ciencia auxiliar de las Ciencias Penales (JSCh 62). Se considera que la psiquiatría forense estudia la conducta y los estados patológicos mentales del delincuente; Problema fundamental de esta rama de la medicina es la determinación de la enfermedad mental, sus grados y características, necesarios para fijar el diagnóstico de la imputabilidad o de inimputabilidad en que pueda encontrarse el autor del hecho punible. En estos casos, el psiquiatra forense es auxiliar necesario del juez penal. La psiquiatría debe analizar también los casos de los delitos patológicos, los supuestos de simulación de locura, así como efectuar es­tudios de inconsciencias patológicas. La psiquiatría interviene en la fijación de los diagnósticos de peligrosidad del delincuente y de los pronósticos necesarios para el tratamiento, y en las motivaciones y psicogénesis del delito, así como en los problemas de su vida afectiva, de importancia capital en la delincuencia juvenil. La medicina legal comprende el estudio de los problemas médicos rela­cionados con la justicia. 

Walter C. Reckless dice que las teorías de la crimi­nología pueden reunirse en tres escuelas principales: 1) La teoría biológica y constitucional en que los brotes principales de desviación se buscan en el conjunto hereditario, físico y mental del hombre. 2) La teoría psicogénica, en que la formación del carácter antisocial se reduce a fallas en las relaciones dentro de la familia durante los primeros años de su vida; y 3) La teoría sociológica, en que las presiones y estirones del medio social producen conducta delictiva criminal.

El acto humano libre hace de cada caso un hecho individual y distinto a los otros, donde los factores han jugado un papel según las condiciones de espacio y tiempo, oportunidades y psicología particular del autor del acto delictuoso; el clínico constata esta realidad y le hace ver que cada caso debe ser tratado en forma diferente, entonces debe abandonar toda teoría que pretenda explicar la delincuencia bajo la sombra de una sola hipótesis. Hecha mano a lo que su propia ciencia le ha enseñado para tratar el caso, sea esa ciencia la psicología, la psiquiatría, o la pedagogía; o bien forma un equipo donde estas disciplinas se conjuguen. (JSCh 121).

Hermann Mannheim dice que se necesita un trabajo de equipo más perfecto, no sólo entre los miembros de las diferentes disciplinas, especialmente psicólogos, psi­quiatras, sociólogos y estadísticos, sino también dentro de cada disciplina en el trabajo criminológico entre las universidades y las diversas instituciones correccionales (JSCh 125).

La libertad entraña la responsabilidad y de acuerdo al mismo autor ser responsable comporta dar una respuesta, dar cuenta de los actos realizados, y soportar las consecuencias de estos. La libertad supone la conciencia lúcida, muchos enfermos mentales carecen de lucidez, esto disminuye u omite su libertad y por ende su responsabilidad.

Expresa también Sosa Chacín (JSCh 83) que "-parece absur­do que se pretenda comparar al delincuente, en general, con el loco, alegando tan sólo que antes se le consideró a este un endemoniado, y se le aplicaron sanciones por este hecho. Si bien es cierto que fue un error aplicar sanciones a estos infelices, no es menos cierto que, lo mismo que hoy, se consideró al loco un anormal. El error estaba, en muchos casos, en no saber a que causa atribuir el trastorno mental. Pero llegar a generalizar diciendo que todo delincuente, o al menos el que no acusa trastornos psíquicos, es un anormal, resulta una afirmación contraria a lo que enseña la ciencia, y también, el mismo sentido común. Al delincuente loco se le ha de tratar como un anormal, no por delincuente sino por loco”.

César Lombroso (1835-1909), fue un médico italiano que se dedicó algún tiempo a la psiquiatría. En 1871 publica un artículo sobre el criminal enfermo mental; en 1872 presenta un estudio antropométrico sobre cuatrocientos criminales venecianos, y en 1876 aparece la primera edición de su obra fundamental, "L'Uomo delinquente". En 1906 llega a la cátedra de Antropología Criminal en la Universidad de Torino. Funda con Ferri y Garófalo los "Archivos de Psiquiatría y Antropología Criminal". Conjuntamente con G. Ferrero, publi­ca, en 1893, "La mujer delincuente, la prostituta y la mujer normal". Con los estudios de Lombroso nace la criminología antropológica, es decir el estudio de los caracteres biológicos y somáticos del delincuente. Lombroso construye la noción del delincuente nato, el que sería un ser primitivo o infrahumano, similar al hombre primitivo y salvaje, reco­nocible por una serie de anomalías físicas, una persona cualitativamente distinta al hombre normal. Además según él se presentan en este tipo de delincuente, una serie de deficiencias cerebrales, relacionadas con una desviación enfermiza del tipo normal de hombre y que son hereditarias. Los caracteres degenerativos son: el peso en proporción a la estatura es superior en los criminales; submicrocefalia; extraordinario desarrollo de la cara y pómulos; estrechez de los temporales; senos frontales enormes; frente baja, estre­cha y huidiza; plagiocefalia; orejas en asa; en muchos casos labios lepori­nos; desigualdad en el juego de los párpa­dos; apéndice lemuriano en la mandíbula; mentón grande cuadrado y entrante; nariz larga, ancha y prominente; labios gruesos; canicie y calvicie extremadamente raras; la brazada exagerada. Los epilépticos tenían muchas características físicas similares a los delincuentes natos y afirma que entre la epilepsia y la criminalidad la diferencia es de grados. Afirmó que los niños son en cierta forma criminales fisiológicos. Dice que el delincuente nato es parecido al loco moral, es decir un ser que se fabrica una moral propia según la situación en que se encuentre, semejante a lo que ahora llamamos psicópata o sociópata. Menciona otros tipos de delincuentes como el criminal loco, el criminal por pasión, el delincuente ocasional, los criminaloides y los criminales habituales (JSCh 83). La mayoría de los conceptos y criterios de Lombroso en la actualidad no tienen vigencia.

Horton (citado por Pinatel 1984) observó en su amplia encuesta sobre 13.000 presos adultos, que los delincuentes eran menos buenos mozos que los no delincuentes, con prome­dios más bajos de peso y talla, más frecuentemente mal proporcionados, portadores, más a menudo, de alteraciones morfológicas desagradables. Esto no fue corroborado por Sheldon (citado por Pinatel J. 1984) en su trabajo sobre 200 jóvenes delincuentes: les encontró una talla promedio elevada, vigor y resistencia física, un coeficiente de belleza física levemente inferior al de la población gene­ral. En cuanto a los 500 jóvenes delincuentes de Sheldon y Eleanor Glueck, son más corpulentos que los no delincuentes y las malformaciones maxilofaciales son menos frecuentes en ellos. Se puede pensar que no se consiguen rasgos morfoan­tropométricos específicos entre los delincuentes cuando se comparan grupos de delincuentes y no delincuentes (Pinatel J. 1984).

En la tipología de Kretschmer el picnociclotímico se encuentra el doble en la población general que en la po­blación delincuente; su delincuencia es tardía y astuta (estafa, fraude), algunos llegan a ser homicidas bajo la influencia de sentimientos que repentinamente adquieren un poder irresistible, como consecuencia de un acceso de cólera o de una depresión melancólica. A menudo trastornados por lo que han hecho, socorren a su víctima, confiesan, se arre­pienten y no reinciden. La delincuencia del leptosomo-esquizotímico se caracteriza por su frecuencia, su pre­cocidad, su tendencia extrema y progresiva a reincidir. Más que actos de violencia cometen robos, falsificaciones, abusos de confianza, actúan a seguidas de una obsesión, aprecian mal el riesgo corrido, no se arrepientan, son despreocupados de si mismos y de sus víctimas. La delincuencia del atletomorfo-epileptoide es brutal, salvaje, encarnizada, revela un porcentaje elevado de actos de violencia contra los bienes y las personas: asesinatos, robos a mano armada, incendios. Es de una frecuencia y una inclinación a la reincidencia casi igual en todas las edades. El displásico se inicia en la delincuencia después de los dieciocho años, alcanza un máximo de frecuencia a los veintidós; son proclives a las reincidencias más inesperadas, estúpidas y salvajes (Pinatel J. 1984).

Vethencourt J. L. (1957 citado por Gómez Grillo 1965) en estudios hechos sobre delincuentes recluidos en la Pe­nitenciaría General de Venezuela durante los años 1953 a 55, donde se aplicaron las tablas antropométricas biotipológicas de Kretschmer, se logró demostrar correlación entre biotipo y delito. Los leptosomáticos se caracterizaron por la elabora­ción intrapsíquica y la frialdad emocional en el momento del delito. Los pícnicos aparecieron como delincuentes incursos en delitos circunstanciales, generados en su mayoría por situaciones agudas y traumáticas. Se puso en evidencia, su tendencia a la benignidad como delincuentes. En los atléticos predominaron los delitos explosivos sin premeditación.

William Sheldon (citado por Pinatel J. 1984) estudió 200 jóvenes delincuentes de Boston, de 15 a 23 años de edad. Entre ellos encontró la misma proporción de sujetos endomorfos que entre los estudiantes comunes, una proporción considerable de mesomorfos y casi inexistencia de ectomorfos, mientras que entre los estudiantes había encontrado la misma proporción de los tres tipos. Los resultados concordantes de USA y de Francia certifican el predominio de los mesomorfos entre los jóvenes delincuentes, pero Heuyer (citado por Pinatel J. 1984) ha constatado en los estudios de seguimiento, que una estructura morfológica de tendencia mesomorfa o endomorfa en el sujeto adulto, coincide con una buena adaptación.

Rafael Garófalo (1852-1934) fue un jurista, él introduce la noción de peligrosidad, que parte de que el criminal es un ser anormal, incapaz de adaptarse por carecer o tener débiles los sentimientos altruistas, y con una gran dosis de inmoralidad. Deberá determinarse en cada caso si se trata de un verdadero delincuente o de un simple rebelde. Preconiza el estudio de la personalidad del delincuente para fijar su capacidad de adaptación y las condiciones en que podría dejar de ser peligroso. En el verdadero delincuente se deben investigar las posibles causas patológicas (JSCh 87). Los conceptos de Garófalo constituyen aportes valiosos que se acercan más a lo que actualmente hacemos. Sosa Chacín expresa que en la actualidad el concepto de peligrosidad está en revisión por ser contro­vertido y se busca centrarlo en una base objetiva, como sería la reincidencia, la habitualidad y el profesionalismo criminal. Debemos agregar que algunos delincuentes enfermos mentales pueden tener alta peligrosidad, dependiente del tipo de patología y del recibir o no tratamiento adecuado.

Emilio Durkheim (1858-1917) manifiesta que el delito es un fenómeno normal, no es posible concebir una sociedad sin criminales. El crimen no obedece a ningún tipo de imperfec­ción, sino que es tan normal como la vida o la muerte, el comercio o la guerra (JSCh 94). Consideramos que lo expresado por Durkheim es una exageración y que no le confiere condición de normalidad la presencia casi ubicua del delito.

Sigmund Freud (1856-1939) manifiesta que es ilusorio tratar de separar el delincuente y el hombre normal; las tendencias agresivas forman parte del fondo del alma humana. Opina que todo hombre presenta tendencias criminales, el problema fundamental de la criminología es saber porque unos individuos realizan el acto criminal y otros no (JSCh 95).

Según Mailloux unos hijos son marcados desde temprana edad con la etiqueta de incapaces, esta imagen es interiorizada por el sujeto, llevándolo a la delincuencia (JSCh 101). Nuestra experiencia nos indica que hay certeza en lo aquí expresado.

Según Adler el delincuente es el sujeto que lucha activamente contra el complejo de inferioridad (JSCh 101). En muchos delincuentes existen sentimientos de inferioridad y minusvalía, en muchos casos afirmados por el medio familiar y por el medio social que contribuyen a convertirlos en delincuentes.

Pinatel aísla un número de rasgos que están de acuerdo en señalar todos los investigadores y que están ligados a la vida afectiva y moral. Estos rasgos son: 1) Egocentrismo, 2) Labilidad afectiva, 3) Agresividad, 4) Indiferencia afectiva. Afirma que el delincuente pasa más fácilmente al acto, en esto se diferencia de la población normal. El pasaje al acto se facilita por la existencia de estos rasgos (JSCh 112). Es cierto que la concentración en una misma persona de estos rasgos aquí señalados le hace proclive a conductas delictivas en algún momento de su vida, sin embargo, el atribuir la conducta delictiva a estos rasgos puede calificarse de generalización simplista.

Como resultado de su investigación de 500 delincuentes y 500 no delincuentes, los Gluecks propusieron una ley causal de cinco puntos para diferenciar a los delincuentes de los no delincuentes: 1) Físicamente, son esencialmente me­somórficos 
2) Temperamentalmente son impacientes, impul­sivos, agresivos, destructivos 
3) Emocionalmente son hostiles, provocadores, resentidos, afirmativos y no sumisos
4) Psicológicamente, son aprendices directos y concretos 
5) Socioculturalmente, han sido criados por padres ineptos (JSCh 118) 
Gran cantidad de no delincuentes cuentan con rasgos aquí mencionados.
El enfoque psicológico que tiene como finalidad despejar los rasgos generales que distinguen los delincuentes de los no delincuentes es difícil. En efecto, ningún rasgo psicológico es, a priori, favorable o desfavorable desde el punto de vista criminológico. S. y E. Glueck (1951 citados por Pinatel J. 1984) en un estudio comparativo de 500 jóvenes delincuentes con 500 no delincuentes de forma que sus CI fuesen comparables, establecieron que los delincuentes tienen menor capacidad que los no delincuentes para enfocar los problemas de una manera metódica; tienen menos inteligencia verbal pero más inteligencia práctica, pensamiento más concreto que abstracto; presentan un desacuerdo emotivo mayor que el de los no delincuentes con respecto al cumplimiento de tareas intelectuales. Estas características de la vida intelectual del delincuente revelan su psicología inmadura.

A pesar de la sapiencia de los autores aquí mencionados aun quedan preguntas básicas sin contestar, como son: 
¿Porque no todas las personas expuestas a factores considerados como criminógenos se convierten en delincuentes? 
¿Porque numerosas personalidades patológicas no caen en la delincuencia? (JSCh 121).

Estudios realizados sustentan una relación entre esquizo­frenia y conducta antisocial. Silverton L. (1988) nos relata una investigación iniciada en 1962 cuando psiquiatras dane­ses examinaron un grupo de 207 niños hijos de madres esqui­zofrénicas, que fueron comparados con un grupo control inte­grado por 104 niños que no tenían antecedentes de hospitali­zación psiquiátrica ni entre sus padres ni entre sus abue­los; para el momento del inicio de la investigación, la edad estaba comprendida entre 10 y 20 años y ninguno presen­taba trastornos mentales. En 1972 tenían alrededor de 25 años de edad y fueron sometidos a evaluación psiquiátrica completa. Se pudo examinar al 95% de los hijos de madres esquizofrénicas, dos de ellos esquizofrénicos se suicidaron durante la evaluación. De los que no tenían antecedentes 93% fueron evaluados. Los resultados avalan la noción de la relación existente entre la prole con conducta antisocial y esquizofrenia de los padres, concuerdan con otros estudios que sugieren relación entre conducta criminal o antisocial y esquizofrenia. En este estudio la criminalidad de los padres no contribuye significativamente en la producción de conduc­ta criminal en la prole como si lo hace la esquizofrenia de la madre. Parece que hay tipos específicos de experien­cias vitales que contribuyen a la formación del fenotipo criminal en individuos de alto riesgo, pueden mencionarse habilidad verbal e irritabilidad en la infancia que pueden tener correlación genética no relacionada con la esquizofrenia. En ambos grupos examinados fueron encontrados como predictores de conducta criminal irritabilidad en la infancia y distraibilidad. La baja habilidad verbal, la ausencia de los padres en las edades de 15 a 17 años, la discor­dia familiar y el ambiente hogareño empobrecido, predicen una ulterior conducta antisocial. Una actitud negativa hacia el padre también se asoció con conducta criminal. Pasividad en la infancia y bajo CI verbal son dos hechos que valorizan la posibilidad de que una persona con alto riesgo se convierta en criminal o en esquizofrénico.

Según el padre Mailloux (1962 citado por Pinatel J. 1984) cuando la delincuencia se presenta como un equivalente de la psicosis, nos encontramos en presencia de individuos cuyo yo asume de golpe una actitud antisocial, la cual monopoliza completamente la conducta. Hay una fijación narcisista precoz, su yo aceptó ver en el retrato de la "oveja negra" un hecho cumplido, una especie de ideal a contrario al cual no le quedaba más remedio que conformarse lo mejor posible. Un sujeto así vivirá desterrado de la sociedad porque ésta lo condena; siente pesar sobre si la amenaza angustiosa de una disolución, se reestructurará en un nivel arcaico, la banda representará un ambiente social a la medida de sus aspiraciones y necesidades.

Cuando la delincuencia se presenta como un equivalente de la neurosis, los individuos no pueden disimular el miedo o la vergüenza, que no les permite identificarse con el verdadero delincuente. Tienen la impresión de que sus deli­tos son consecuencia de arrebatos ocasionales, inexplicables para ellos y que los arrastran antes de que su voluntad tenga tiempo de intervenir. Las perturbaciones del desarrollo psicosocial se traducen en malestar, desconfianza, inhibición, en el momento de entrar en relación con cualquiera que se comporte como un representante de la sociedad y encarne sus ideas y exigencias.

Burt (citado por Pinatel J. 1984) subrayó la emotividad general del delincuente, la cual se expresa en una in­satisfacción y una afectividad que no pueden descargarse y que el sujeto es incapaz de dominar. Cattell R. (citado por Pinatel 1984) habló de la emotividad neurótica del delin­cuente, y lo representó como insatisfecho, emotivo, con síntomas neuróticos variados, hipocondríaco, quejumbroso, evasivo, inmaduro, cambiante, excitable, impaciente, inesta­ble, despreocupado, con el cual no puede contarse moralmen­te. Concluyó que esta inestabilidad afectiva acerca, al menos al principio, al delincuente y al neurótico.

Alexander y Staub (citados por Pinatel J. 1984) engloban la delincuencia habitual así:
1) Los delincuentes orgánicos, pertenecientes a la psiquiatría clásica.
2) Los delincuentes normales, que son psíquicamente sanos, pero socialmente anormales; forman parte de una colectividad criminal y se comportan según las costumbres de ella. No presentan conflicto entre el yo y el superyó.
3) Los delincuentes neuróticos, que actúan en función de los móviles inconscientes. El yo es vencido por el ello porque escapa a la determinación del superyó, este último parece aprobar el acto porque se ha dado a si mismo explicaciones suficientes mediante los mecanismos de racionaliz­ación, proyección y autopunición. Es un sentimiento de culpabilidad acompañado de angustia y autopunición el que hace que ciertos actos provoquen una angustia intensa que desaparece sólo después del castigo. Pero el delincuente neurótico siente el castigo como una justificación moral, como una autorización para reincidir; se abandona de nuevo a las satisfacciones ilícitas, hace renacer la angustia, la cual se hace habitual: el solo pensamiento del acto desarrolla su sentimiento de culpabilidad y el llamado del castigo.

Cuando se compara la descripción de la personalidad psicopática con la del carácter antisocial o del tipo ideal de delincuente, impresiona la falta de aptitud para enfocar un problema moral desde un punto de vista distinto al personal y la incapacidad de tomar en cuenta la personalidad del otro; el egocentrismo y la indiferencia afectiva, la incapacidad para tomar en cuenta las lecciones de la experiencia o, si se prefiere, la labilidad derivada de la inmadurez, constituyen el común denominador de los delincuentes ordinarios en el plano afectivo (Pinatel J. 1984).

Según Andersen Ch. (1963 citado por Pinatel J. 1984) la personalidad criminal puede definirse como la actitud común de quienes aceptan o buscan las situaciones que los colocan fuera o en oposición con las normas admitidas por el grupo. La medicina penitenciaria y la psiquiatría criminal han afirmado desde hace mucho tiempo que el enfermo, o anormal mental, que ha cometido un acto delictivo, es diferente al enfermo o anormal mental no delincuente.

Heuyer G. (1946 citado por Pinatel J. 1984) define el carácter como una tendencia de naturaleza afectiva que dirige las reacciones del individuo a las condiciones del medio exterior. A diferencia de los enfermos mentales, cuya actividad delictiva es poco importante porque la mayoría de las veces se toman sobre ellos medidas preventivas, los caracteriales son numerosos entre los delincuentes.

Estudios de criminalidad y conducta antisocial en fa­milias han revelado una relación entre los padres y la criminalidad de la prole. En el estudio clásico de Robins (1966 citado por Brennan y Mednick 1993) la conducta crimi­nal de los padres fue el mejor predictor de conducta antiso­cial en un niño. Un estudio con gemelos conducido por Chris­tiansen (1977 citado por Brennan y Mednick 1993) estudió a todos los gemelos nacidos en un área bien definida de Dinamarca entre 1881 y 1910 (3586 pares de gemelos). Usó un registró nacional completo de criminalidad donde estudió sus historias criminales. La rata de concordancia fue de 52% en homocigotos y 22% para dicigo­tos; la rata de homocigotos fue 2,3 veces la de dicigotos, lo que es consistente con una influencia genética en la conduc­ta criminal. El uso de grupos más apropiados y de nuevos procedimientos estadísticos es recomendado para hacer más útil la investigación genética con gemelos, ya que aun pueden ser cuestionados por la influencia posible del ambiente muy semejante en gemelos homocigotos.

Los estudios de adopción separan mejor el ambiente de las influencias genéticas. Crowe (1974 citado por Brennan y Mednick 1993) en un estudio de adopción examinó 52 hijos de mujeres delincuentes encarceladas en Iowa; siete de los 52 adoptados fueron convictos cuando adultos contra uno solo de un grupo control; seis de los hijos de madres criminales fueron diagnosticados de personalidad antisocial contra sólo uno del grupo control.

Otro estudio de adopción realizado en Iowa por Cadoret (1985 citado por Brennan y Mednick 1993) comparó las ratas de alcoholismo y personalidad antisocial en dos grupos de adoptados, unos con miembros de su familia biológica antiso­ciales y otros con miembros de su familia biológica alcohó­licos; un tercio de los adoptados en cada uno de los grupos pudo ser diagnosticado como trastorno de personalidad antisocial; estas ratas fueron significativamente más altas que en el grupo control, lo que sugiere una influencia genética en la conducta antisocial.



Kety et al (1968 citados por Brennan y Mednick 1993) revisaron 14.427 adopciones no familiares en Dinamarca con información de los adoptados y de los padres tanto biológicos como adoptivos. De este grupo Schulsinger selec­cionó 57 psicópatas y los comparó con 57 no psicópatas adoptados, encontró que cinco de los psicópatas adoptados tenían un padre biológico psicopático; aunque el número es pequeño la dirección del hallazgo soporta la hipótesis de la herencia como factor etiológico de psicopatía.

Un mecanismo biológico que pudiera estar involucrado en una predisposición hacia la conducta criminal puede ser la respuesta y la recuperación del sistema nervioso autónomo; se sabe que su baja respuesta es característica de delincuentes adultos. Baja respuesta también predice delincuencia y recidiva sobre un período de diez años en un estudio longitudinal en Dinamarca y sobre un período de diez años en un estudio longitudinal en Inglaterra; Han sido notadas estas características del sistema nervioso autónomo en los hijos de delincuentes. En estudios de gemelos se encontró que la respuesta es parcialmente determinada por genética. La enzima Monoaminoxidasa (MAO) se encontró que es infl­uida por factores genéticos; niveles bajos de MAO se han encontrado en relación con altas probabilidades de crimina­lidad, trastornos de conducta e impulsividad (Brennan P. y Mednick S. 1993).

Vetencourt J. L. expresa “que en el fondo de nuestro conocimiento de las realidades humanas, se sigue presentando la contradicción excluyente, propia de un pensamiento un tanto mecánico entre la herencia y el ambiente. Dice que son actitudes básicamente movidas por intereses afectivos profundos o prejuicios. Las exageraciones constitucionalistas pueden hacer que la gente se olvide de la pedagogía, del aprendizaje como dinámica constructiva de la personalidad. Somos hijos de dos úteros: el biológico y el social. La memoria bioquímica de los genes induce una constitución inacabada, lo suficientemente inespecífica para que las experiencias del aprendizaje vayan fraguando y condicionando todo un bagaje de dinamismos psicológicos, que constituyen lo más humano del hombre” (Amarista F. 1969, prólogo de Vethencourt J.L.).

Amarista nos dice que “los hallazgos citogenéticos enfatizan la importancia de la base biológica y abren un nuevo camino a la investigación criminológica, mas no pueden hacer olvidar que el delito es poligénico, que en la persona confluyen, se integran y sintetizan dinámicamente los factores biológicos, psicológicos y sociales, sin que sea posible restar importancia a ninguno de ellos” (Amarista F. 1969).

Se han señalado relaciones entre la delincuencia femenina, la menstruación y la involución sexual. Lombroso (citado por Pinatel J. 1984) observó el retardo en la apari­ción de las menstruaciones en las ladronas y su precocidad entre las prostitutas, y subrayó el hecho que la activi­dad delictiva femenina se sitúa generalmente en la época de las reglas. En una encuesta estadística realizada por la Sra. Galy (citada por Pinatel J. 1984) encuentra un recrudeci­miento de los asesinatos cometidos por mujeres de 40 a 50 años, lo cual plantea el problema de la influencia criminó­gena de las perturbaciones de la menopausia.

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